"Hasta nunca."
Esas fueron las últimas palabras que te dije. Lo último que oí de ti fue un "Vale" aceptando el destino que yo te imponía. No era para nada la reacción que esperaba. Después de tantas esperas, tantas conversaciones profundas y superfluas, tantas madrugadas con el otro como única compañía y tantos problemas e historias a nuestras espaldas, esperaba que me insistieras, o que al menos no estuvieras de acuerdo en perderme. Yo siempre me creí tus palabras. Durante dos años me tuviste dudando entre si te quería o no. Pero no puedo acusarte de nada, porque en cierto modo ambos sabíamos que era un juego, y que los juegos siempre tienen un vencedor y un ganador, y que estos se deciden al final, porque tiene que haber un final. Ambos sabíamos que no era real, pero necesitábamos palabras bonitas y pensar que había alguien, aunque fuera a quilómetros, que quería compartirlo todo con nosotros. Tantas veces soñé con verte y tantas veces suspiré leyendo tus mensajes. No supimos aprovechar las pocas veces que nos vimos, quizás porque el destino comprendió antes que nosotros que esto era un cruce de caminos en nuestra vida, como una conversación jobial con un agradable desconocido en un tren. En nuestro tren hacia ninguna parte.
Te habías convertido en alguien valioso para mí, algo que jamás pensé que podría llegar a pasar la primera vez que hablamos. Pues tus primeras palabras fueron tan vacías como las últimas. Nunca pensé que una persona como tú pudiera tener tantas preocupaciones e inquietudes. Si me gustabas era porque fuiste de los pocos que conocí con los que pude tener una conversación interesante, y también una conversación florero. En aquella época aún hablabas aquel dulce idioma. Tenías muchas cartas a tu favor y muchas cartas en tu contra, pero lo seguiste intentando. Lo intentaste aunque mientras tanto en tu vida entrara y saliera otra gente. Y yo también lo hice. Éramos una distracción nocturna a nuestra vida real. Éramos el Nunca Jamás del mundo de hoy en día. Quizás por eso nunca tuvimos algo serio. Porque no sabíamos. Entre tú y yo se había forjado algo tan real como imaginario. Eras mi mundo paralelo. Por eso nos prohibíamos en silencio intervenir en los asuntos del otro. En los asuntos del universo de verdad.
No puedo decir que haya estado enamorada de ti, ni que esta historia haya marcado un antes y un después en mi vida. Porque lo que pasó contigo fue algo más calmado, fue una historia a cámara lenta. Fuiste el decorado de fondo durante la obra de teatro cuando la atención se centraba en la actuación. Fuiste la base musical de la canción cuando la atención se centraba en la letra. Fuiste el murmullo del público en el cine, el olor a palomitas y el crujido de los asientos cuando la atención se centraba en la película. Pero te necesitaba. Y puede que haya un hueco en mi corazón que haya quedado vacío tras esa despedida y que aún te necesite.
O quizás el dolor de recordarte tampoco sea real.
Sin ti tiritan de frío, los sueños de cada canción. Vamos a hundirnos que en las alturas viven las dudas.
martes, 20 de mayo de 2014
1214.
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