miércoles, 23 de abril de 2014

Lluvia.

Podría escribir un libro entero sobre la lluvia. Sobre su repicoteo en mi ventana, sobre el rocío que deja en la mañana. Sobre como limpia el ambiente, sobre el amor que le brindamos unos, y el odio con el que le colman otros. Sobre lo bonita que vuelve la soledad, sobre la nostalgia que acompaña cada gota. Podría envidiar su libertad pero despreciar su corazón roto. Podría hablar de su olor, de su frío tacto sobre la piel, de la forma que tiene de cargar los besos de sentimiento. Puedo recomendaros la manía de salir a la calle siempre sin paraguas, de mojarse más en invierno que en verano. Podría hablaros de cuando llora el cielo. De los paseos con el orballo como única compañía. De como llena mi corazón los domigos. Del gélido viento que trae consigo. De los charcos que nos proporcionan unos segundos más de infancia cada vez que chapoteamos en ellos, hubo un tiempo en el que pensé que si lograba enturbiarlos todos el cielo me devolvería mi inocencia.
Envidio a la lluvia, porque va y viene cuando quiere, porque no le importa salir cuando llueve, porque está siempre mojada. La envidio porque ella es capaz de conocerte mejor que yo, de calarte el alma, de helarte el corazón y mezclarse con tus lágrimas.
La lluvia. La hermosa forma que tienen de llorar el sol y la luna por su amor imposible.

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