-Oye, se me ha ocurrido una idea genial. ¿Por qué no creamos nuestra propia orden?
Me paro en seco.
-¿Y qué haríamos?
-Vivir.
Aliviada, sigo caminando.
-Eso ya lo hacemos.
-No, jugamos a su juego predeterminado. Pero, ¿y si tuviéramos un lugar donde sólo jugáramos con nuestras propias reglas?
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