La entiendo porque no es fácil de entender.
Toda ella es una sinestesia.
Me gusta porque tiene recursos
para todos los públicos,
porque sabe hacer las pieles de quita y pon
y robarte la tuya durante un rato
si se le antoja.
Toda ella es una paradoja.
La quiero porque es compleja
como ella sola
y como solo yo.
Porque sabe decirme que mire la luna
y al hacerlo
enamorar a mi alma de sus estrellas.
Y que bonita estaba la luna.
Aunque para bonita,
lo adivináis,
también ella.
Voy a dejar que pasen los años,
a su vera,
y a ver a dónde me lleva.
Porque años es una palabra que suena a viejo,
a hecho polvo;
pero en su boca suena a silencio,
el sonido más caótico que existe.
Y que bonita estaba la luna.
Y como me acomodo en el silencio
cuando lo imponen sus ojos.
Porque habla con la mirada
y sus miradas son mudas, como todas,
pero aunque suenen a la nada
te dictan el todo.
Por eso no la comprendéis
los que solo decís palabras.
Y yo tampoco merezco entenderla,
probablemente no lo haga,
pero solo cuando ella me entiende
llego a entenderme por completo.
Por eso no os la aprendéis
los que no veis la magia también
como un filtro fotográfico,
los que no habláis de recuerdos
en presente.
Y que bonita estaba la luna.
Y yo quería ser viento
para acunar al vacío
y que viera lo libres que podíamos sentirnos
aún entre esas rejas
que compartíamos.
La quiero
porque sé que se vendría conmigo
a acariciar gatos negros,
que es el rompecabezas
con más piezas
que venden
ya que las personalidades son infinitas.
De su tristeza nace ella misma
cada madrugada,
y de nuestras charlas nazco yo
y de nuestros silencios nazco yo
o la parte de mí que no es ella.
Todas nosotras somos una paranoia.
Y que bonita estaba la luna.
Y mi desgracia de la mano con la tuya
coronando el resto de sensaciones,
llorando todas las páginas en blanco
de las que hicieron canciones.
Gracias por ser las palabras en el margen.
Gracias por ser el roto de mi descosido.
Por favor, humanidad,
decir que te ruego es poco
si te pido que la dejes provocarse
sus propios destrozos
y no la mezcles con los del resto de la sociedad.
Déjala vivir en su rincón,
o en su borde siendo esquina.
Se muestre persona, elemento o sentimiento
va a vivir siempre atada
a la razón que lleva su sin razón.
Lo más demente es que la miro a ella
y reflejada me veo yo.
Por eso no la entendéis
los que solo tenéis
un corazón.
Yo debo tener un circuito
por todos los cables que se me cruzan.
No creo ni que entiendas este escrito,
al faltarme tú
he perdido el hilo
de lo que soy.
Pero sé que sabes
sacarle las cosquillas a cualquier cosa
y encontrar la idea que merezca la pena
de este sin sentido.
Y que bonita estaba la luna.
Catastrófica.
Anunciando desgracias
de las que a mí me gustan.
Y que bonita la luna aquel día.
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